Las ganas de crecer se apoderaron de mi, en unos minutos deje de ser una cría y empecé una nueva etapa en mi vida. Una de esas etapas en las que el comienzo se hace inolvidable.
Esa etapa en la que las rayadas a cualquier hora del día son normales.
Donde no sabes el por qué de todo eso, tampoco sabes cómo pasó, sólo sabes que desde que pasó nada volvió a ser lo mismo.
Y te sientes verdadera mente imbécil, imbécil por haber querido crecer tan rápido sin ni siquiera haber aprovechado al poca infancia que te quedaba. Por haber cambiado tan rápido las muñecas por cigarrillos.
Las tardes en el parque con los amigos jugando en los columpios por tardes de calentones inesplicables.
Que todas aquellas cosas que me hacían feliz, desaparecieron demasiado rápido cambiándome la vida en apenas unas segundos.
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